Coge un taxi. Coge un autobús. Coge un metro. Coge un tren .Coge un barco. Coge un coche. Coge un avión. Corre todo lo que puedas. Aléjate hasta olvidarte de ti mismo. No importa el pasado ni el presente, sólo importa el mañana. Ve la vida pasar rápido. No te detengas ante nada. Embárcate en la más triste aventura, en el corazón de la ciudad.
Las noches pasan frías como un cuchillo atravesándome el pecho lentamente. Quiero salir a la calle y sentir la luz, aún cuando la oscuridad me rodea en estas calles sucias de Madrid. Vago por el corazón de la ciudad intentando evitar el suicidio de mi ángel de la guarda. El pobre sabe bien lo que es la locura. Quiero encontrar el sentido en una mirada, en un gesto o en una sonrisa, pero el olor de estas calles no me deja pensar en nada.
A veces pierdo el control y como un animal caigo al suelo preso de terribles convulsiones. En esos casos, no puedo controlar ni mis brazos, que se agitan en el aire y contra el suelo golpeando a mí alrededor. Qué se jodan todos, pienso cuando estoy en el suelo ahí tirado echando espuma por la boca. Qué se pare el mundo. Qué explote. Una vez hasta me robaron la cartera en uno de mis ataques. La historia de mi vida se divide en dos partes. La primera es la infancia y la primera juventud. La segunda empieza con el primer ataque y dura hasta hoy. La medicación ayuda a controlar la enfermedad. Pero en mi caso está visto que es insuficiente. Tengo miedo de que mi vida se acabe. Como un vampiro vago por las calles. Algún día haré algo grande que hará enmudecer a todos. La semana pasada conocí a una chica por Internet. Es curioso como la gente puede conectar así a través de un aparato. En mi caso, fue un flechazo a primera vista. Aunque no diré más por ahora.
Otra vida es posible fuera de esta tierra, lejos de los hijos de los hombres. Hoy he quedado con Vanesa. Está loca, como yo. Y es perversa, como yo. Es colombiana, muy morena, casi negra. Sus facciones son salvajes como las de un animal. Pero me gusta. Me gusta porque vive en otro lugar. Un lugar más allá de este mundo. Los días con ella están siendo dulces como una noche de luna llena. Quedamos a eso de las 7 de la tarde todos los días y salimos a recorrer la ciudad, como dos lobos solitarios. Hoy ha traído un quitasol de geisha aunque ni llovía ni hacia sol. Hemos entrado en un chino y ha robado unas cervezas. Luego nos hemos ido sin pagar de un restaurante árabe, y hemos salido corriendo los dos de la mano perdiéndonos entre las sombras. A media noche ha sacado un polvo blanco, ketamina, que decía que te hacía volar. A mí me ha dado un poco de miedo por mis ataques pero al final he accedido a probar. He sentido como mi cuerpo no pesaba nada, al andar parecía que flotara, que levitara. Parecía estar en un globo. Mi cuerpo se curvaba hacia los lados casi perdiendo el equilibrio. Mi mente estaba confundida. Ha sido una experiencia compleja. Un auténtico viaje hacia otro lugar. Hacia otra vida.
No consigo recobrar la serenidad ni concentrar mis fuerzas lo suficiente para mantenerme en pie. He sufrido otro ataque en el metro. He estallado entre la gente. ¿Por qué me tiene que suceder esto a mí? Como un relámpago me he mecido entre la masa, vomitándoles mis espumarajos en sus ropas almidonadas. Un día de estos amaneceré en una habitación acolchada, con una camisa de fuerza. Llevo en mis entrañas al demonio. Por eso las sacudidas. Los antiguos pensaban que los epilépticos estaban endemoniados. No iban muy desencaminados. Cuando tengo un ataque trato de correr hacia algún sitio. Trato de huir en el frío de la noche. Trato de desaparecer en la distancia. Recuerdo un sueño que tuve hace unos meses. Corría descalzo a través de un vertedero. Al fondo no había nada. De donde venía tampoco había nada. Y a la mitad lo único que había era oscuridad y silencio. Eso es para mi la vida, algo vacío y sucio sobre lo que pasas sin detenerte.
Ayer estuvimos en una rave en la sierra. Por fuera, parecía la carpa de un circo enorme y al entrar, por dentro, estaba decorada con dibujos psicodélicos: mariposas gigantes multicolores, arañas hechas de globos y saltamontes púrpuras fluorescentes. Cada diez minutos un humo blanco llenaba la estancia y de vez en cuando pompas de jabón excitaban los sentidos. Hemos tomado speed en grandes cantidades, algo de éxtasis y keta. En el furor de la noche me creía invencible y terriblemente seductor. Por un momento he pensado que era el mejor día de mi vida. Bailaba frenéticamente al ritmo de las cadencias sonoras. Hablando con todo el mundo, abrazando a todos, amando a todos. Por un momento me creía dios.
Sólo soy un maldito agente de seguros. El agente 011. Voy por ahí con una corbata y un traje caro, pero a quién quiero engañar. Parezco un diplomático y lo único que soy es un número. El agente 011. Para la corporación sólo importan los clientes. Es decir, el dinero. Este mes sólo llevo una póliza. Voy a tener serios problemas si no recobro el vuelo. Recobrar el vuelo, volar, como con la ketamina. Eso si que me llevaría lejos de este estercolero.
Hoy ha habido una chispa de esperanza al final del pasadizo: los besos de Vanesa. Son intensos y suaves. Lujuriosos y carnales. A veces quiero morir en su regazo. Deshacerme como un cubito de hielo. Concentro todo mi amor en ella. Es lo único real ahí fuera. Pero voy a tener que dejar de verla tanto si quiero hacer pólizas. No puedo pensar en separarme de ella sin que algo me traspase por dentro. Me estoy obsesionando con su cariño. Sólo tengo ojos para ella. Veo todo a través de sus ojos.
Sabía que Vanesa estaba loca. Pero no sabía que estaba oficialmente loca. Es psicótica y confunde la realidad. Por eso vive en otro mundo. Mejor. Ahora sé que siempre será diferente. Y que nunca se doblegará a ser uno más. Hoy me ha dicho que a veces piensa que soy una alucinación. Piensa que está sola totalmente ida hablando a la pared y que todo es producto de su imaginación. En esos momentos de duda, me pide que la abrace con fuerza para sentir mi cuerpo. Dios, nunca he querido a nada igual en mi vida. La abrazo como quien abraza todo lo que ama. Lo único que ama.
Vanesa está rara. Parece paranoica. Creo que está entrando en una crisis. Cuando habla se pone la mano en la boca como si pudieran leerle los labios. Está pasándolo mal. Quiero ayudarla pero no puedo. No sé que hacer. Si pudiera poner orden en sus pensamientos. La pobre está engordando por la medicación y está algo depresiva por la enfermedad. Se pasa todo el día tirada en la cama. Se levanta a eso de las cinco de la tarde y no habla. Su sonrisa se ha desdibujado, me da miedo cuando ríe.
30 de mayo de 2009 Madrid 4:00 PM Los padres de Vanesa están barajando llevársela, quitarla de mi lado e ingresarla en un psiquiátrico de Alicante una temporada. Yo no voy a poder levantar cabeza si la quitan de mi lado. Ella, por supuesto, no quiere entrar. No piensa que le pase nada raro. Lo que piensa es que todo el mundo está en su contra. Todos menos yo. Piensa que hay un complot contra su persona. Incluso cuando ve la televisión encuentra enemigos que la están espiando. Ayer me dijo que los vecinos tenían un sexto sentido y que leían su mente. Está confusa y nerviosa. Pero a veces tiene momentos de lucidez y dice verdades como puños.
Quiero morir. Ha pasado algo terrible. No puedo soportarlo. La noche me ha arrebatado lo que más quería. No existe mañana sin esperanza. No soy un hombre. Soy un muñeco de humo. Bajo estas ropas no hay carne ni hueso. Sólo hay humo. Ahora estoy sólo y no puedo contener las lágrimas. Vanesa ha muerto. ¿Alguien me espera en el cielo o en el infierno?
Hace días que vago solitario buscando una razón que me explique el porqué de este accidente inesperado. Busco, busco, busco. Vago por cualquier lugar que me dé una respuesta. Hablo con mendigos, putas, curas, locos y borrachos. Nadie sabe lo que sufro. Nadie sabe porqué sufro. Hace ya un mes que se tiró a las vías y aún no me he echo a la idea de que haya desaparecido. Siempre fue tan leve, tan etérea. Mi corazón está negro. Se ha muerto el mundo.
Los días se acumulan uno tras otro como la ropa sucia. Quiero salir a la calle y tocar su mano, pero la ilusión se desvanece nada más tocar el suelo. Siento que falta algo en mi vida. Camino cansado por las calles tristes. Cargado de melancolía. Soñando con el eterno mediodía. El cuchillo se presenta como una salida de mi mismo. Como una huida hacia un mundo ultraterreno. Pero me da miedo que mi vida se apague. Danzo cadáver en mitad de una pista de baile ensordecedora. Cuando pienso en todo lo que he sido, en todo lo que soy, y en todo lo que podría ser, me dan ganas de llorar. Quizás su rostro mañana inunde mi vida de luz, pero la desesperación de su ausencia hoy, me transporta a una nueva dimensión de los horrores. A veces me levanto a media noche y paso la mano por su espalda ausente y donde debería estar su calidez sólo noto un vacío, -la nada-. Bienvenido a las sombras. Diario de Iván. 1:00 AM. Sólo queda el silencio, o el suicidio, o la esperanza de encontrarte en otra vida. Coge un tren, coge un autobús, coge un metro. Aléjate de ti mismo. No existe el presente ni el mañana. Sólo queda el silencio y la Luna centelleante hundiéndose en la niebla.
Las noches pasan frías como un cuchillo atravesándome el pecho lentamente. Quiero salir a la calle y sentir la luz, aún cuando la oscuridad me rodea en estas calles sucias de Madrid. Vago por el corazón de la ciudad intentando evitar el suicidio de mi ángel de la guarda. El pobre sabe bien lo que es la locura. Quiero encontrar el sentido en una mirada, en un gesto o en una sonrisa, pero el olor de estas calles no me deja pensar en nada.
A veces pierdo el control y como un animal caigo al suelo preso de terribles convulsiones. En esos casos, no puedo controlar ni mis brazos, que se agitan en el aire y contra el suelo golpeando a mí alrededor. Qué se jodan todos, pienso cuando estoy en el suelo ahí tirado echando espuma por la boca. Qué se pare el mundo. Qué explote. Una vez hasta me robaron la cartera en uno de mis ataques. La historia de mi vida se divide en dos partes. La primera es la infancia y la primera juventud. La segunda empieza con el primer ataque y dura hasta hoy. La medicación ayuda a controlar la enfermedad. Pero en mi caso está visto que es insuficiente. Tengo miedo de que mi vida se acabe. Como un vampiro vago por las calles. Algún día haré algo grande que hará enmudecer a todos. La semana pasada conocí a una chica por Internet. Es curioso como la gente puede conectar así a través de un aparato. En mi caso, fue un flechazo a primera vista. Aunque no diré más por ahora.
Otra vida es posible fuera de esta tierra, lejos de los hijos de los hombres. Hoy he quedado con Vanesa. Está loca, como yo. Y es perversa, como yo. Es colombiana, muy morena, casi negra. Sus facciones son salvajes como las de un animal. Pero me gusta. Me gusta porque vive en otro lugar. Un lugar más allá de este mundo. Los días con ella están siendo dulces como una noche de luna llena. Quedamos a eso de las 7 de la tarde todos los días y salimos a recorrer la ciudad, como dos lobos solitarios. Hoy ha traído un quitasol de geisha aunque ni llovía ni hacia sol. Hemos entrado en un chino y ha robado unas cervezas. Luego nos hemos ido sin pagar de un restaurante árabe, y hemos salido corriendo los dos de la mano perdiéndonos entre las sombras. A media noche ha sacado un polvo blanco, ketamina, que decía que te hacía volar. A mí me ha dado un poco de miedo por mis ataques pero al final he accedido a probar. He sentido como mi cuerpo no pesaba nada, al andar parecía que flotara, que levitara. Parecía estar en un globo. Mi cuerpo se curvaba hacia los lados casi perdiendo el equilibrio. Mi mente estaba confundida. Ha sido una experiencia compleja. Un auténtico viaje hacia otro lugar. Hacia otra vida.
No consigo recobrar la serenidad ni concentrar mis fuerzas lo suficiente para mantenerme en pie. He sufrido otro ataque en el metro. He estallado entre la gente. ¿Por qué me tiene que suceder esto a mí? Como un relámpago me he mecido entre la masa, vomitándoles mis espumarajos en sus ropas almidonadas. Un día de estos amaneceré en una habitación acolchada, con una camisa de fuerza. Llevo en mis entrañas al demonio. Por eso las sacudidas. Los antiguos pensaban que los epilépticos estaban endemoniados. No iban muy desencaminados. Cuando tengo un ataque trato de correr hacia algún sitio. Trato de huir en el frío de la noche. Trato de desaparecer en la distancia. Recuerdo un sueño que tuve hace unos meses. Corría descalzo a través de un vertedero. Al fondo no había nada. De donde venía tampoco había nada. Y a la mitad lo único que había era oscuridad y silencio. Eso es para mi la vida, algo vacío y sucio sobre lo que pasas sin detenerte.
Ayer estuvimos en una rave en la sierra. Por fuera, parecía la carpa de un circo enorme y al entrar, por dentro, estaba decorada con dibujos psicodélicos: mariposas gigantes multicolores, arañas hechas de globos y saltamontes púrpuras fluorescentes. Cada diez minutos un humo blanco llenaba la estancia y de vez en cuando pompas de jabón excitaban los sentidos. Hemos tomado speed en grandes cantidades, algo de éxtasis y keta. En el furor de la noche me creía invencible y terriblemente seductor. Por un momento he pensado que era el mejor día de mi vida. Bailaba frenéticamente al ritmo de las cadencias sonoras. Hablando con todo el mundo, abrazando a todos, amando a todos. Por un momento me creía dios.
Sólo soy un maldito agente de seguros. El agente 011. Voy por ahí con una corbata y un traje caro, pero a quién quiero engañar. Parezco un diplomático y lo único que soy es un número. El agente 011. Para la corporación sólo importan los clientes. Es decir, el dinero. Este mes sólo llevo una póliza. Voy a tener serios problemas si no recobro el vuelo. Recobrar el vuelo, volar, como con la ketamina. Eso si que me llevaría lejos de este estercolero.
Hoy ha habido una chispa de esperanza al final del pasadizo: los besos de Vanesa. Son intensos y suaves. Lujuriosos y carnales. A veces quiero morir en su regazo. Deshacerme como un cubito de hielo. Concentro todo mi amor en ella. Es lo único real ahí fuera. Pero voy a tener que dejar de verla tanto si quiero hacer pólizas. No puedo pensar en separarme de ella sin que algo me traspase por dentro. Me estoy obsesionando con su cariño. Sólo tengo ojos para ella. Veo todo a través de sus ojos.
Sabía que Vanesa estaba loca. Pero no sabía que estaba oficialmente loca. Es psicótica y confunde la realidad. Por eso vive en otro mundo. Mejor. Ahora sé que siempre será diferente. Y que nunca se doblegará a ser uno más. Hoy me ha dicho que a veces piensa que soy una alucinación. Piensa que está sola totalmente ida hablando a la pared y que todo es producto de su imaginación. En esos momentos de duda, me pide que la abrace con fuerza para sentir mi cuerpo. Dios, nunca he querido a nada igual en mi vida. La abrazo como quien abraza todo lo que ama. Lo único que ama.
Vanesa está rara. Parece paranoica. Creo que está entrando en una crisis. Cuando habla se pone la mano en la boca como si pudieran leerle los labios. Está pasándolo mal. Quiero ayudarla pero no puedo. No sé que hacer. Si pudiera poner orden en sus pensamientos. La pobre está engordando por la medicación y está algo depresiva por la enfermedad. Se pasa todo el día tirada en la cama. Se levanta a eso de las cinco de la tarde y no habla. Su sonrisa se ha desdibujado, me da miedo cuando ríe.
30 de mayo de 2009 Madrid 4:00 PM Los padres de Vanesa están barajando llevársela, quitarla de mi lado e ingresarla en un psiquiátrico de Alicante una temporada. Yo no voy a poder levantar cabeza si la quitan de mi lado. Ella, por supuesto, no quiere entrar. No piensa que le pase nada raro. Lo que piensa es que todo el mundo está en su contra. Todos menos yo. Piensa que hay un complot contra su persona. Incluso cuando ve la televisión encuentra enemigos que la están espiando. Ayer me dijo que los vecinos tenían un sexto sentido y que leían su mente. Está confusa y nerviosa. Pero a veces tiene momentos de lucidez y dice verdades como puños.
Quiero morir. Ha pasado algo terrible. No puedo soportarlo. La noche me ha arrebatado lo que más quería. No existe mañana sin esperanza. No soy un hombre. Soy un muñeco de humo. Bajo estas ropas no hay carne ni hueso. Sólo hay humo. Ahora estoy sólo y no puedo contener las lágrimas. Vanesa ha muerto. ¿Alguien me espera en el cielo o en el infierno?
Hace días que vago solitario buscando una razón que me explique el porqué de este accidente inesperado. Busco, busco, busco. Vago por cualquier lugar que me dé una respuesta. Hablo con mendigos, putas, curas, locos y borrachos. Nadie sabe lo que sufro. Nadie sabe porqué sufro. Hace ya un mes que se tiró a las vías y aún no me he echo a la idea de que haya desaparecido. Siempre fue tan leve, tan etérea. Mi corazón está negro. Se ha muerto el mundo.
Los días se acumulan uno tras otro como la ropa sucia. Quiero salir a la calle y tocar su mano, pero la ilusión se desvanece nada más tocar el suelo. Siento que falta algo en mi vida. Camino cansado por las calles tristes. Cargado de melancolía. Soñando con el eterno mediodía. El cuchillo se presenta como una salida de mi mismo. Como una huida hacia un mundo ultraterreno. Pero me da miedo que mi vida se apague. Danzo cadáver en mitad de una pista de baile ensordecedora. Cuando pienso en todo lo que he sido, en todo lo que soy, y en todo lo que podría ser, me dan ganas de llorar. Quizás su rostro mañana inunde mi vida de luz, pero la desesperación de su ausencia hoy, me transporta a una nueva dimensión de los horrores. A veces me levanto a media noche y paso la mano por su espalda ausente y donde debería estar su calidez sólo noto un vacío, -la nada-. Bienvenido a las sombras. Diario de Iván. 1:00 AM. Sólo queda el silencio, o el suicidio, o la esperanza de encontrarte en otra vida. Coge un tren, coge un autobús, coge un metro. Aléjate de ti mismo. No existe el presente ni el mañana. Sólo queda el silencio y la Luna centelleante hundiéndose en la niebla.