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Tú que ibas a estar ahí
cuando las cosas salieran mal,
cuando ya no viéramos camino
-sin luz, sin norte-.

Tú que ibas a estar ahí
a propósito de mis quebrantos:
Explotado por dentro
como un animal acorralado
-con miedo, con ira, sin mañana-.

Dedicarte un sueño
es singularmente doloroso.
Simplemente desapareciste
entre las vidas normales
los trajes de presumir
y la infinita indiferencia.




Al tiempo, casi sin pensarlo, te das cuenta de que hay un tipo de soledad que no puedes llenar. Es como llevar una tormenta en las entrañas. Es una lucha contigo mismo. Un puente hacia ninguna parte.

He tratado de llenar como he podido ese pedazo de insatisfacción, y luchado en la batalla, y he perdido la guerra. Es como una espiral infinita o como una laguna casi seca. Esa soledad, que forma parte de ti, que no puedes sacar de dentro, me ha acompañado en cada instante de mi vida.Yo soy uno de esos hombres grises que pelean por un poco de felicidad. Soy uno de esos que llama a la vida existencia. Pero de esa lucha, de cada día, he sacado algo que podríamos denominar positivo, una lección.

La lección en verdad es siempre la misma. Es como una herida que se hace cada vez más grande. La vida conlleva, por tanto, dolor y sufrimiento. Conozco los caminos que conducen a los hombres a evitar el dolor y el sufrimiento. A veces, hay que pellizcarse para saber si uno está viviendo en una pesadilla. A veces, despiertas y realmente estás viviendo en una pesadilla.


No alcanzo a comprender bien este vacío. Nadie alcanza a comprender la naturaleza de este tipo de soledad. Así, aunque andamos rodeados de seres humanos por todas partes vivimos en una especie de cárcel en nuestro interior. Muchas veces he buscado la maldita llave y muchas veces he tropezado. Muchas veces me hundo cuando me pregunto si es que no existe la llave. Y ya a esta edad comprendo que será una tormenta que me acompañará siempre. Desde la cuna hasta el ataúd.

LA MIRADA DEL LOBO



Toledo,
a 31 de enero de 2016

"Cuenta mi leyenda que Eva murió en uno de los primeros asaltos. Mi pérdida y lo que la provocó son el corazón de este documento. Mi leyenda comienza así, sin explicaciones ni preámbulos. Empieza en la creencia en el mal como espíritu. En la creencia de Satán como encarnación del mal. Y en el respeto y el repudio a su poder. Sólo la nieve sabe el misterio de Satanas*.


 Fue como una sombra avanzando lentamente sobre la ciudad. Primero unos ojos turbios tras una esquina, un animal merodeando aquí y allá. Luego el sonido  de mil pisadas enérgicas y los gritos  en la noche. Pronto la sangre tiñó la nieve sobre el asfalto y, los aullidos insoportables de las bestias devoraron nuestras almas.

Son las 7 de la tarde, huyo desesperadamente de una manada de lobos que me ha asaltado en un pequeño pasadizo. Abandoné mi vehículo sin gasolina a pocos kilómetros. El hambre y la sed son más fuertes que el miedo.

Al principio nadie se tomaba en serio a los lobos. Sólo cuando fue demasiado tarde y Toledo a lo lejos desaparecía entre el humo de los automóviles, empezamos a darnos cuenta que habíamos perdido la guerra. Pero yo decidí quedarme. Decidí enfrentar a la bestia. Tenía que mirar de frente sus ojos y clavar mi cuchillo en su barriga. Por Eva, a quien tanto había querido.  Ahora corro por mi vida, pero ya no puedo más.

He salido del pasadizo, corro una calle en cuesta, el refugio está cerca.  Me vuelvo abriendo la navaja y escruto esos ojos rojos que de repente me rodean y me desgarran la carne salvajemente. No siento dolor. Mi sangre brotando como ríos y mi mente se disuelve en el inconsciente.                                                                                                

El mar. El inmenso azul del mar y una isla perdida a lo lejos. Eva descansa sobre la cama, dormida, exactamente, bella.  No tengo un recuerdo mejor del pasado. Cuando la paz y el sol llenaban cada amanecer.

Despierto sobresaltado. El cuerpo duele como si me hubieran cosido las heridas con un cuchillo de monte. Estoy en el refugio, a salvo de los depredadores. Lucas me cuenta que llegaron justo a tiempo, por casualidad. Me ha ordenado que no salga solo y ha dispuesto para mí de un arma de fuego. Me ha puesto al día de la situación, con la nieve y el temporal, el ejército tardará en entrar en la ciudad.

Por las noches los aullidos insoportables, el crujir de la carne y de los huesos, los pasos de los lobos corriendo atropelladamente tras una nueva presa. Ríos de lobos por cada avenida, por cada rincón, como locos hambrientos devorando un cadáver sobre la mesa de una cafetería o merodeando por los pasillos de un centro comercial donde, al acecho, tras el cristal de una cabina telefónica, lloraba una niña abandonada.  

Recuerdo ver con los prismáticos a la niña tras el cristal de la cabina y veinte lobos lamiendo y arañando su esperanza. Desoyendo el consejo de Lucas salí del refugio pisando la nieve resbaladiza. Al llegar, quité el seguro a la beretta y apunte al más grande. Un único disparo fue suficiente para reventar al animal sin dolor. El resto huyó, de momento, hacia las sombras de las que provenían.

Cuando, las explicaciones racionales, son insuficientes, se avivan las creencias en lo sobrenatural. Vivíamos en una ciudad maldita. Realmente estábamos en el infierno. Y mucha gente comenzó a creer que el Apocalipsis había llegado a Toledo, donde arderíamos para siempre entre lobos.

Solo la nieve sabe la grandeza de Satán. La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Pero habíamos visto demasiado. Velando el cuerpo de mi mujer aprendí que hemos venido al mundo para morir y ese es el castigo: no poder  alcanzar la inmortalidad.

Los últimos abandonan hoy la ciudad. Yo me quedo con Silvia. La niña que rescaté. No se quiere separar de mí. Y a estas alturas yo no me quiero separar de ella. Después de dos días incomunicados por la tempestad, la radio nos trae noticias de otras ciudades. La invasión de los lobos se ha extendido a otros pueblos limítrofes. Incluso las primeras manadas están sembrando el pánico en Madrid. Los militares están tomando el mando. Se aconseja a la gente que no salgan de sus casas. Un consejo de biólogos ha examinado a varios ejemplares muertos. El tamaño de los lobos es mayor que el habitual. Los colmillos son más largos y los ojos rojos como la sangre. Han confirmado rabia en algunos de estos animales. La comunidad científica está conmocionada.

En el refugio somos ocho. Los últimos de Toledo. La resistencia ante algo que creemos imparable.  El castigo de los dioses. Silvia, delante del fuego, está jugando al Carcassonne con Ignacio. Mientras, Soraya, prepara arroz con verduras y un poco de pollo. Aunque la ciudad está llena de alimentos envasados, ir a por ellos es todo un reto que puede acabar en una aventura letal.  Los alimentos frescos escasean. Están pudriéndose en los almacenes, en los frigoríficos y en las despensas.

Lucas ha salido con el resto de la cuadrilla para encontrarse con los militares. De momento no hay noticias del lobo. Han pasado cuatro horas desde que se fueron. Demasiado tiempo. Empiezo a ponerme nervioso.  La televisión está dando la noticia todo el tiempo. Pero nada de información que pueda darme alguna pista de porqué se retrasa su llegada. 

De repente salta la alarma y la calma se rompe. Algo o alguien han entrado en el perímetro de seguridad.  En la cocina cae un plato estallando contra el suelo. Ignacio me mira con desasosiego y Silvia empieza a gimotear. Entonces, quito el pestillo de seguridad a la beretta,  cargo el arma y me dirijo a la ventana. Ignacio con la escopeta se dirige a la parte de atrás donde está el ventanuco. Soraya se ha quedado apaciguando a la niña que deja de gimotear. La alarma sigue sonando. Y mientras pasan los minutos como horas.

A lo lejos, empiezo a ver algo que no distingo, podría ser el ejército por sus dimensiones. A medida que se acerca, esa masa indefinida, mi mente se tensa como la soga de un reo condenado a la horca. Y, cuando consigo discernir de qué se trata, un impulso eléctrico me recorre y se clava como un punzón en mi estómago. Es el miedo, que ahora nubla mi arrojo.  El miedo. El miedo al misterio, el miedo a no saber, a no conocer, a experimentar las dimensiones más extravagantes de lo desconocido. El miedo por la duda. ¿Realmente ocurrió ante mis ojos o solamente soñaba? No lo sé, aún, pero lo que vi, fue, infinitos lobos corriendo como alucinados acercándose hacia mí.

Yo fui incapaz de decir nada. Del otro lado de la casa, Ignacio gritó. Gritó tan fuerte que Silvia se tapó los oídos y comenzó a llorar. Pero no era lo mismo que yo vi aquello por lo que aquel gritó, sino que él exclamó: “están aquí”.

Y era cierto, miles de soldados, como una marea humana se extendió entre las calles, entre los pasajes y el pequeño laberinto que es ésta ciudad. Sonaban disparos a diestro y siniestro y nosotros también disparábamos hasta que la munición se quedo reducida a unas pocas balas en mi beretta y dos cartuchos en la escopeta. Entonces decidimos subir a la furgoneta para ir a por más armamento, ya que la cuadrilla se había llevado la munición y otras muchas armas. Rumbo a un arsenal de una víctima que yo conocía los soldados se interpusieron en nuestro camino.

Un sargento me explicó que se había decretado el estado de excepción, que Lucas y los otros estaban muertos, que sus cuerpos habían sido encontrados a pedazos. Habían tenido que reconocerlos por el ADN. Sus familiares y amigos estaban destrozados al igual que los supervivientes que habían perdido a algún ser querido en la tragedia. Se oficiará una misa, dijo en presencia de su majestad el rey, y toda la cúpula del gobierno en Madrid. Nos obligaron a marcharnos y no tuvimos alternativa. Me opuse a huir y me llevaron detenido. De camino aún tuve oportunidad de matar un par de lobos más. Hasta que me requisaron el arma.

Nos recibieron como héroes. Toledo quedó desierto, deshabitado y maldito por muchos años. Los lobos no han desaparecido aún del todo. Y de vez en cuando salta la noticia de una víctima más. La prensa nos preguntó porqué no huimos cuando aún estábamos a tiempo. Cada uno tenía sus razones. Yo, personalmente, sólo quería mirar a los ojos del lobo que me sumió en la desdicha e intentar descifrar el secreto de la bestia".


*La cita es del poeta Leopoldo María Panero.
.

SÁLVANOS (GUIÓN LITERARIO). 2009





1. PANTALLA en negro.

Vemos la pantalla en negro. Las letras que aparecen forman parte del diálogo de dos personas en una red social de Internet. Tal como facebook pero con estética más simple.
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ECLIPSE

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2.  CRÉDITOS.

Aparece el título. “SÁLVANOS”. Cada letra resplandece Y empieza a sonar la canción “Save us” de Pull. Se suceden los créditos.

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3.  CALLES DEL MADRID NOCTURNO. EXT. NOCHE

(Todas las escenas son en blanco y negro salvo que se especifique otra cosa).

 Abrimos del charco que refleja el mundo invertido de Iván y vemos a Iván, el caminante de la noche, que atraviesa la pantalla y sigue su camino. Iván, 27 años, con unas gafas de sol enormes, despeinado, con el pelo a lo Bob Dylan. Lleva una cazadora de cuero marrón y unos vaqueros. Vaga por las calles sucias del Madrid nocturno. Gran Vía, putas, camellos, locos…



iván
     (Off)
IVÁN
(off)
(*1 Flash ataque metro).


LOCO
...



EL ESPEJO






EN EL ESPEJO HAY UN HOMBRE. CONOZCO A ESE HOMBRE. LEO EN ÉL COMO A TRAVÉS DE UN CRISTAL. SOMOS GRANDES AMIGOS, HEMOS VIAJADO TANTO JUNTOS, NOS HEMOS BUSCADO TANTO, QUE SOMOS ETERNOS. SU LUZ OPACA DIBUJA UNA SONRISA  DÉBIL. YA NO ME ASUSTA SU ALARGADA SOMBRA.

PIENSA QUE HEMOS LLEGADO AL FINAL DE UNA NOCHE PARA EL OLVIDO. LA NOCHE  QUE LLOVIÓ FUEGO DEL CIELO. LA NOCHE QUE RECUPERAMOS EL ESPEJO Y MELPÓMENE CANTÓ PARA NOSOTROS.

CUANDO LA CABALLERÍA ENEMIGA ABATIÓ A LOS ARQUEROS DEL REY, ÉSTE ESTABA YA MUY LEJOS. SIEMPRE HABÍA SIDO UN GUERRERO PERO ESTA VEZ TUVO QUE ABANDONAR EL CAMPO DE BATALLA POR UN IMPERATIVO. EL ESPEJO ESTABA EN PELIGRO. Y QUIEN MEJOR QUE EL VIEJO REY PARA PROTEGERLO DEL OSCURO.

EL CIELO ARDÍA LITERÁLMENTE. HABÍA QUEDADO SÓLO ÉL DE SU DESTACAMENTO Y ESTABA HERIDO. ASÍ QUE PENSÓ HACER EL CAMINO QUE LE QUEDABA A TRAVÉS DE LA MONTAÑA NEVADA. HACIENDO NÚMEROS, EN LLANO Y A LA VISTA ESTABA PERDIDO. AUNQUE ERA HÁBIL CON LA ESPADA, NUNCA PODRÍA SUPERAR SU DESVENTAJA NUMÉRICA.

TUVO QUE CORRER MUY RÁPIDO ENTRE LOS ÁRBOLES, PORQUE LA TORMENTA DE FUEGO AMENAZABA CON DESTRUIR EL ESPEJO. PEQUEÑOS METEORITOS LLOVÍAN DEL CIELO  EXPLOTANDO ENTRE LA NIEVE. EL OSCURO LANZÓ SU ÚLTIMO CONJURO Y UN PODEROSO RAYO ALCANZÓ A SU MAJESTAD, QUE CAYÓ PARALIZADO EN ESTADO DE SHOCK. EL ESPEJO AL CAER SE PRECIPITÓ DURAMENTE CONTRA LAS ROCAS QUEBRÁNDOSE EN VARIOS TROZOS.

UNA PAREJA DE BUFONES INTENTABA ANIMAR A LA REINA CON CANCIONES VULGARES, CUENTACUENTOS Y PANDERETAS CUANDO EL ARCONTE DIO LA NOTICIA EN PALACIO. AL OÍR LA TERRIBLE NUEVA LA PRINCESA ABANDONÓ LA ESTANCIA. LA PAREJA DE BUFONES SE ESTIRABA DE LOS PELOS MALDICIENDO. LAS CORTESANAS LLORABAN DESOLADAS Y LA REINA SE RETIRÓ A SU HABITACIÓN DONDE ESCRIBIÓ  UN MENSAJE QUE POCO DESPUÉS PUSO EN LA PATA DE UNA PALOMA. CUANDO SE ASOMÓ A  LA VENTANA DE SU TORREÓN PARA DEJAR LIBRE AL AVE,  VIO COMO LA PRINCESA SE ACERCABA AL BORDE DE UN ACANTILADO DE GRANDES DIMENSIONES. SÓLO ENTONCES ESTALLÓ SU IRA Y SU SED DE VENGANZA. PERO CUANDO FUE A GRITAR PARA AUXILIAR A SU HIJA LA VOZ SE LE MURIÓ EN LA GARGANTA.

AL FILO DEL ACANTILADO, LA PRINCESA, SOSTENÍA UN NARCISO DE PLATA.  EL AIRE HELADO SACUDÍA SU VESTIDO DE INFINITA PUREZA.  LA DERROTA EN LA MENTE  LE CONDUJO A PENSAR EN ARROJARSE AL ABISMO. PERO CUANDO SE ASOMÓ Y VIÓ EL MAR AGITARSE ENTRE PEÑASCOS SE DIJO ASÍ MISMA QUE NECESITARÍA ARMARSE DE VALOR.

EN EL PARNASO APOLO Y LAS MUSAS CALLARON Y MELPÓMENE EMPEZÓ A CANTAR. LA MUSA ENTONÓ UNA MELODÍA  LENTA, ESTRIDENTE Y ELEVADA SEMEJANTE A UN GRITO DE DOLOR. EL MUNDO SE DETUVO. EL GRAN RELOJ DE ARENA DE PALACIO SE PARÓ. LA SANGRE DE TODOS LOS MORTALES QUEDÓ ESTANCADA. LOS OCÉANOS SE CONGELARON.
ADOPTÓ MELPÓMENE LA FORMA DE UNA MUCHACHA DE BELLEZA PÁLIDA. DE LA NADA,  LA MUSA DE LA TRAGEDIA APARECIÓ EN LA MONTAÑA NEVADA. EL REY HERIDO DE MUERTE DESCANSABA JUNTO AL ESPEJO ROTO.  LA MUCHACHA SE DIRIGIÓ HACIA EL REY Y BESÓ LEVEMENTE SU ROSTRO ENVEJECIDO. BASTÓ ESTE GESTO PARA QUE  SU MAJESTAD VOLVIERA EN SÍ. COMPRENDIÓ QUE LA GUERRA ESTABA PERDIDA. PRONTO SE ESTIRÓ HASTA ALCANZAR EL ESPEJO  Y  CON INFINITA SOLEMNIDAD SE MIRÓ EN ÉL. TARDÓ MUCHO TIEMPO HASTA QUE PUDO EXPRESAR UNA SOLA EMOCIÓN. EL ESPEJO REVELA LA VERDAD. PERO QUEBRADO PUEDE LLEVAR A UN HOMBRE A LA LOCURA. AL MIRAR A LA NIEVE QUE CUBRÍA LA PENDIENTE, CREYÓ VER ESPÍRITUS  DE HUMO CON FORMA SEMIHUMANA Y OJOS INYECTADOS EN SANGRE. ALGUNOS LE ATACABAN Y LE EXIGIAN SU CORONA. DESPUÉS LA FIGURA DE LA MUSA SE TRANSFORMÓ, A SUS OJOS,  EN SERPIENTES ALADAS. EL REY DESAPARECIÓ A TRAVÉS DE LA NEVISCA. Y MELPÓMENE PUSO A SALVO EL ESPEJO. QUE HABÍA SIDO ABANDONADO A SU SUERTE.
  
EL MUNDO VOLVIÓ A PONERSE EN MOVIMIENTO POR OBRA DE LA MUSA. EN PALACIO LAS CORTESANAS CORRÍAN ALBOROTADAS BUSCANDO A LA PRINCESA. PERO LA REINA CALLABA SOSTENIENDO UN NARCISO DEL AJUAR DE LA HIJA. SÓLO ELLA HABÍA VISTO  A LA PRINCESA ARROJARSE  DESDE EL ACANTILADO AL MAR. Y POR ESO SU ROSTRO TEMBLABA DE DOLOR. Y POR ESO SOSTENÍA LA FLOR CON DUREZA, PORQUE NO QUERÍA QUE NADA MÁS SE PERDIERA EN EL ABISMO.

EL CIELO SIGUIÓ ARDIENDO DURANTE MUCHOS AÑOS. EL EJÉRCITO ENEMIGO ARRASÓ PUEBLOS ENTEROS TORTURANDO Y VIOLANDO A HOMBRES Y MUJERES. POCO A POCO EL REINO DEL MAL CONQUISTÓ OTROS TERRITORIOS Y SE PERDIÓ EN EL OLVIDO EL NOMBRE DEL REY SIN CORONA.

EL OSCURO Y SUS HUESTES HAN IMPUESTO LA LEY DEL HORROR SOBRE LOS QUE PERMANECEMOS ESCLAVIZADOS. SE CREE O SE QUIERE CREER QUE LA REINA ESCAPÓ CON LA GUARDIA REAL, VARIAS CORTESANAS Y EL ARCONTE. SE CREE QUE PLANEAN LA VENGANZA. QUEREMOS CREER QUE PRONTO VENDRÁN A LIBERARNOS. Y QUE EL REY VENCERÁ A LOS FANTASMAS Y VOLVERÁ ALGÚN DÍA A ARREBATARLE LA CORONA AL QUE AHORA NOS DOMINA.

PERO ESTO SON HISTORIAS QUE SE CUENTAN A LOS NIÑOS PARA QUE DUERMAN TRANQUILOS. ADEMÁS ESO ES SÓLO UN RUMOR. OLVIDAOS. NO ME HAGÁIS CASO. QUIZÁS OS ESTÉ MINTIENDO. TANTO TIEMPO SOMETIDO UNO PIERDE LA CONFIANZA EN LOS DEMÁS. QUÉ PUEDE SABER ESTE TRISTE BUFÓN. QUÉ SABE NADIE DE LOS MISTERIOS QUE ENCIERRA LA VIDA CUANDO ÉSTA SE VUELVE TRÁGICA. PERO SILENCIO, SE ACERCA EL OSCURO. TIEMBLAN LAS PAREDES, LA IDEA DE REALIDAD SE TORNA FRÍA. MI AMO PORTA EL ESPEJO Y SE ESTA REFLEJANDO DE TAL FORMA QUE DESDE AQUÍ ACIERTO A VER SU IMAGEN.

EN EL ESPEJO HAY UN HOMBRE. CONOZCO A ESE HOMBRE. LEO EN ÉL COMO A TRAVÉS DE UN CRISTAL. SOMOS GRANDES AMIGOS, HEMOS VIAJADO TANTO JUNTOS, NOS HEMOS BUSCADO TANTO, QUE SOMOS ETERNOS. SU LUZ OPACA DIBUJA UNA SONRISA  DÉBIL . YA NO ME ASUSTA SU ALARGADA SOMBRA.

PIENSA QUE HEMOS LLEGADO AL FINAL DE UNA NOCHE PARA EL OLVIDO. LA NOCHE  QUE LLOVIÓ FUEGO DEL CIELO. LA NOCHE QUE RECUPERAMOS EL ESPEJO Y MELPÓMENE CANTÓ PARA NOSOTROS.

Arriba las gaviotas gritan

La ciudad amanece. Cuerpos, como cadáveres sin vida, avanzan arrastrando los zapatos sucios por el asfalto. Los taxis no paran de piar o los pájaros no dejan de apretar el claxon. La confusión es la nota dominante de este valle gris que se extiende entre amenazantes rascacielos. Superman ha muerto. Nadie salvará a ese ejecutivo que esta mañana saltó desde la terraza de las oficinas. La esperanza golpeó contra el suelo y se partió en mil añicos. Así están las cosas en la metrópoli. Ni flores, ni cuervos. Aquí no hay nada bello.

El ruido de la radial de un obrero me despierta en mi ático de Diaz Moreu. La cabeza puede estallarme y el calor es tan asfixiante que cuando despierto parece que alguien se ha meado en mi almohada. Salgo a la ventana y un muro gris es todo lo que la vista alcanza. Arriba las gaviotas gritan como si estuvieran siendo torturadas por la GESTAPO. Son las 9:51 am. Entro a trabajar a las 10:00. Otra vez llegaré tarde a mi oficio de asesino. Ningún idiota podrá decirme que llego tarde. Soy el dueño de mi tiempo. Y el tiempo, es dinero. Poder. Corrupción. Manipulación. Palabras que resuenan en mi cabeza mientras mi turbia mirada se prepara para un nuevo día.

Hoy como todas las mañanas espero su llamada. Pongo a cargar el teléfono y mientras las tostadas se vuelven a quemar. Me siento al borde de la cama. Pienso si este frío es producto de la enfermedad. Pero esta tristeza helada sólo tiene como origen el miedo. El miedo a repetir la rutina, el miedo a no vivir. El miedo a estar equivocado al decir NO: ¡A la mierda con todo! Tiro mi colilla al patio de vecinos. El mundo es un vertedero que no tiene dueño. Por más que intenten ponerle fronteras. Son sólo fronteras en la mente. Hubo un día en que me preocupaba abrir la mente. Ahora sólo me preocupa el minuto. El segundo en que el teléfono empieza a sonar. Y mi corazón que se agita temeroso. Cuando descuelgo el celular oigo su voz: “Polígono de Babel. Calle de las metalurgias nº 2. Esteban Sánchez, 1´70 Cabello oscuro. Piel blanca. Tatuaje.”. No necesito más información. Voy al armario y saco la 357 Magnum. Apunto con el cañón al espejo y me siento como el jodido Robert de Niro.

A las tres de la tarde, el almacén está en plena actividad. De nuevo el calor me aturde hasta el extremo de querer evaporarme. Dudo si ponerme una media o no. ¡Qué coño! ¡A cara destapada! Salgo del coche y decidido entro a la nave. Mis zapatos chirrían contra el acerado suelo. Observo que se trata de un taller para helicópteros. Hay un enorme Bell UH-1H verde, un bimotor EC155 y un pequeño raptor. Cuando entro parece que nadie se fija en mí. De nuevo el sonido de una radial y el olor a disolvente. La grasa lo impregna todo. Un puto perro se acerca a olisquear. Podría matarlo de una patada. Pero no es mi estilo. Así que dejo al animal meter su hocico en mis pantorrillas y maravillarse con los olores de un mundo que él nunca ha conocido. Entonces veo a un tipo grueso y mi sistema nervioso se pone en alerta. Pregunto por Esteban. Desde la otra parte de la sala el tipo me indica que me dirija por el pasillo a la oficina. Es así de fácil. Esto no es una película. Nunca viene la policía, nunca surgen demasiados problemas. Recorro el pasillo adentrándome cada vez más en la oscuridad. Cuando llego a las oficinas pregunto otra vez por ese tal Sánchez. Así que me indican que espere en una sala de reuniones. Por las paredes, polvorientas fotografías enmarcadas de helicópteros de toda clase. Un pequeño helicóptero bañado en oro que hay en el centro de la mesa llama mi atención. Lo guardo en el bolsillo de la americana y espero. Entonces llega el tio. 1´70 Cabello oscuro. Piel blanca. Tatuaje. Confirmo el objetivo preguntándole el nombre y cuando aún no ha terminado de hablar descargo el cargador en su pecho. Las balas atraviesan las paredes de pladur e impactan a cientos de metros de distancia. Su cuerpo agujereado cae inerte contra la pared en una madeja de brazos y piernas sin sentido.

Ya lejos de la urbe, en mitad de páramos manchegos paro el automóvil para mear. Aprovecho para enterrar el arma y fumar un pitillo. Otra vez el móvil empieza a sonar, pero esta vez no es el del trabajo. Es mi teléfono personal. Hace semanas que no sonaba. Tanto tiempo que pensaba que habían cortado la línea. Tanto tiempo sumergido en mi soledad que había olvidado que tenía una familia, lejos, no importa donde, esperando. Es el cumpleaños de mi hijo y mientras contesto las preguntas desesperadas de la loca de mi exmujer pienso que el pequeño helicóptero bañado en oro que llevo en el bolsillo será un buen juguete cuando e
l bebé crezca.

YO LA AMABA Y ELLA MIRABA AL MAR



Desde mi balcón, contemplo una amalgama de rascacielos a orillas del Mediterráneo. Y en medio de todo, un silencio letal, de acero, tan asfixiante que quiero volar a través de la ventana y caer como plomo al mar. Pero yo no soy de acero, ni de plomo. Ni siquiera soy de carne y hueso. Soy un hombre tan irreal que la ficción es mi vida. Por eso soy escritor. O mejor dicho, poeta. Escritor puede serlo cualquiera, solo tienes que juntar palabras. Pero para ser poeta tienes que vivir como un poeta. Y eso no se aprende en ningún manual. Y eso no se aprende en la escuela. Ni puedes pagar para conseguirlo. Pero volvamos a la historia y a ese gran silencio del corazón. Porque esta historia no habla de guerras, ni de muerte, ni de odio, salvando guerras, muertes y odios con uno mismo. Esta historia habla de amor. Yo la amaba y ella miraba al mar. No se exactamente si pensaba o hería el infinito con la mirada. Lo único que sé es que yo la amaba. Y eso era real. Y ella, que sufría, que estaba perdida, que había caminado por extrañas sendas era para mi como el insondable océano infinito. A su manera ella era mi paz, mi alma y mi mar.

Ocurrió un día de tormenta. Los rayos quebrados en el aire como dragones y la lluvia todopoderosa de rabia caían sobre la ciudad. Recuerdo que Iris llevaba un largo vestido blanco y que las olas rompían con fuerza en el muelle. Habíamos discutido y parecía que la furia de la tempestad la hubiéramos provocado nosotros. Parecía ésta el macrocosmos externo de nuestra psique interna. Cuando recogíamos la última vela de nuestro Virgo, un impacto como una bomba y un blanco absoluto me hicieron perder la conciencia. Al poco desperté en el hospital. Lo primero que sentí fue un dolor intenso y desubicado. Sencillamente me dolía todo el organismo. Cuando empecé a darme cuenta de lo que había sucedido, algo me traspasó por dentro. ¿Dónde estaba Iris? Como no podía moverme ni hablar, gemí. Gemí como un cordero que es llevado al matadero. No recuerdo nunca antes una sensación de miedo tan imperiosa, cuando la auxiliar abrió la boca y dijo lentamente: -tranquilo, está en cirugía, pronto estaréis en casa-.

He dedicado años a estudiar las probabilidades que un ser humano tiene de ser alcanzado por un rayo. La probabilidad es de uno de cada tres millones. También los efectos que producen en sus víctimas. Un rayo directo generalmente resulta en la muerte instantánea debido a quemaduras internas graves y paro cardiaco. Lesiones comunes en los sobrevivientes incluyen terribles quemaduras, daños al sistema nervioso, a los huesos y a los tímpanos. Tuve quemaduras en el 11% de mi cuerpo. Mi tobillo izquierdo se quemó. Iris quedó ciega. Sólo discernía entre el día y la noche. Quedó en estado de shock durante semanas. Su piel se volvió pálida.

Pasaron años hasta que nos atrevimos a salir de la ciudad. Una enorme tristeza como una cruz pesaba sobre nosotros. ¿Qué quedaban de esos amaneceres juntos viendo desde el balcón el mar? Bajábamos a la playa a caminar. Ella llevaba unas grandes gafas de sol opacas. Un pañuelo sobre la cabeza y un perpetuo vestido negro. Parecía que se hubiera muerto alguien, parecía que se hubiera muerto el mar… Nunca sonreía y ni siquiera hablaba. Se sentaba lejos de la orilla y me miraba a mi. Y yo le hablaba del mar. Aprendí mil maneras de descubrirle el mar, mil maneras de describir sus caprichosos estados de ánimo. Poco a poco aprendimos a correr. Ella parecía sonreír de nuevo y escuchaba con devoción mis descripciones que pronto tomaron forma en un elegante libro de viajes. La primera travesía la hicimos a Venecia, y yo me esforcé en describir con realismo la ciudad, los palacetes, las callejuelas, los canales y el agua. El agua sucia de la vieja Venecia. -Tan bella y tan corroída como yo-, decía Iris. Después de Venecia, vino Tánger, el Cairo, Benarés y Manaos.

Al volver del Amazonas, Iris me abrazó y me besó con fuerza. Hacía tanto tiempo que no lo hacía que me dieron ganas de llorar. Pero no lo hice. En vez de eso, le hice el amor con tanta pasión como agudeza tenía al describirle el agua. Quedé dormido y exhausto. Cuando desperté las olas rompían con fuerza en la arena. Iris no estaba a mi lado. Traté de vislumbrar en la oscuridad del cuarto pero no se veía su sombra por ninguna parte. Temeroso bajé, primero a la calle y más tarde a la playa y en la arena descubrí sus sandalias. Seguí el rastro de sus pisadas por la orilla que se internaban en el mar. Un velo de impotencia recorrió mi cara cuando descubrí a lo lejos flotando en la superficie su vestido negro. Luego vinieron días de infinita locura. No recuerdo cuantas botellas acabé, cuantos bares cerré y cuantos venenos me inoculé. Si ella perdió la mirada, yo he perdido la vida. Y como un náufrago voy a la deriva en este mar de lágrimas. Ya nunca voy al mar. Ya nunca navego. Pero cada vez que llueve, el recuerdo del agua me devuelve la imagen del horror. Yo la amaba y la seguiré amando. Aunque el mundo se haya convertido en un lugar extraño, sombrío y trágico sin ella.

Hoy hace un año que se entregó a las olas. Estoy en la playa por primera vez desde que sucedió aquello. Una nueva tormenta me amenaza, el cielo ruge y las centellas y los truenos acongojan a los que tienen algo que perder. Pero yo no tengo nada que perder. Es mi devastadora guerra con el mar. Y estoy solo. Monto en mi Virgo y pongo ruta a poniente. Las olas quieren devorarme como si estuvieran infestadas de tiburones. Pero yo no confío y sé que el mar es un animal mucho más depredador. Lucho en el timón hasta que el viento parte el mástil principal, que cae sobre mi como un diablo de miles de toneladas de peso. Aún estoy vivo. -¡Aún estoy vivo!-, exclamo escupiendo sangre por la boca. Mi Virgo se hunde. Me tiro al mar y empiezo a nadar en dirección a ninguna parte. Sólo quiero cansarme, sólo quiero que al final de todo esto quedemos uno. Las olas me voltean haciéndome respirar agua salada. Mis pulmones se llenan y en el momento en que voy a morir asfixiado una luz desde el cielo me ilumina. ¿Estoy muerto? ¿Eres tú, señor, quien me llama? ¿Quizás eres tú, Iris amada mía? Lo siguiente es un helicóptero de rescate interrumpiendo nuestra batalla. Un hombre que baja en escalerilla. La gente en la playa que aplaude tras la tormenta…

Silencio. Por primera vez en un año el silencio entra en mi. Todo ese ruido abandona mi cabeza. He vencido a la marea. Ahora me teme. Estoy en un hospital. En la soledad de mi cuarto hay un poco de papel y un bolígrafo. No necesito nada más en este momento. Solo quiero describir lo que siento, solo quiero hacer ver al ciego, dar oídos al que no oye. Y seguiré escribiendo los versos más tristes que pueda, hasta que caiga el último rayo y la luz lo destruya todo.

EL ABRAZO



Camino rompiendo el silencio de la noche. Y mi alma es tan sombría que parecen morir las farolas a mi paso. Es una noche para el suicidio y la metrópoli está llena de cadáveres que caen de los tejados como granizo golpeando a mi alrededor.
El olor de tu sangre, el tacto de tu cuello y tu manera de gemir terriblemente bella mueven mi cuerpo hasta escuchar ecos de otros tiempos. Cuando era hombre y podía recordar la belleza del agua. Pero ahora solo me importa la sangre. Y cuando te veo salir de ese antro después de bailar y ser feliz, una sensación recorre mi cuerpo, de tal forma que creo que podría llorar. Pero yo no lloro. La que va a llorar vas a ser tú. Mi mente está lista. Mis músculos tensos como una negra pantera acecha. Y justo abres el coche y te metes en la trampa. Ahora no puedes arrancar. Vacié la batería con premeditación. Ahora nadie te va a librar de tu destino. Corro hacia ti en la tiniebla. Rompo la ventanilla y te agarro del cuello sacándote medio cuerpo del automóvil. Y en el momento en que voy a abrazarte a la oscuridad. En el momento en que mis afilados colmillos se clavan en tu piel. Una sensación extraña nubla mi mente y pienso que la compasión sólo sirve para dar alas al débil. Pero quizás en ti son alas de ángel. Y eso es lo que nubla mi mente: que sigo amándote aunque me condenaste a las sombras. Que aún siendo vampiro, sigo amando. Pero es tarde, mis colmillos se hunden en tu piel, en tu cuerpo, en tu alma. Una grave excitación recorre mi sistema nervioso. Mi vello se eriza electrificado. Melodías divinas resuenan en mis oídos y tus pupilas se abren al abismo indescifrable.

Diario de Ivan


Coge un taxi. Coge un autobús. Coge un metro. Coge un tren .Coge un barco. Coge un coche. Coge un avión. Corre todo lo que puedas. Aléjate hasta olvidarte de ti mismo. No importa el pasado ni el presente, sólo importa el mañana. Ve la vida pasar rápido. No te detengas ante nada. Embárcate en la más triste aventura, en el corazón de la ciudad.

Las noches pasan frías como un cuchillo atravesándome el pecho lentamente. Quiero salir a la calle y sentir la luz, aún cuando la oscuridad me rodea en estas calles sucias de Madrid. Vago por el corazón de la ciudad intentando evitar el suicidio de mi ángel de la guarda. El pobre sabe bien lo que es la locura. Quiero encontrar el sentido en una mirada, en un gesto o en una sonrisa, pero el olor de estas calles no me deja pensar en nada.

A veces pierdo el control y como un animal caigo al suelo preso de terribles convulsiones. En esos casos, no puedo controlar ni mis brazos, que se agitan en el aire y contra el suelo golpeando a mí alrededor. Qué se jodan todos, pienso cuando estoy en el suelo ahí tirado echando espuma por la boca. Qué se pare el mundo. Qué explote. Una vez hasta me robaron la cartera en uno de mis ataques. La historia de mi vida se divide en dos partes. La primera es la infancia y la primera juventud. La segunda empieza con el primer ataque y dura hasta hoy. La medicación ayuda a controlar la enfermedad. Pero en mi caso está visto que es insuficiente. Tengo miedo de que mi vida se acabe. Como un vampiro vago por las calles. Algún día haré algo grande que hará enmudecer a todos. La semana pasada conocí a una chica por Internet. Es curioso como la gente puede conectar así a través de un aparato. En mi caso, fue un flechazo a primera vista. Aunque no diré más por ahora.

Otra vida es posible fuera de esta tierra, lejos de los hijos de los hombres. Hoy he quedado con Vanesa. Está loca, como yo. Y es perversa, como yo. Es colombiana, muy morena, casi negra. Sus facciones son salvajes como las de un animal. Pero me gusta. Me gusta porque vive en otro lugar. Un lugar más allá de este mundo. Los días con ella están siendo dulces como una noche de luna llena. Quedamos a eso de las 7 de la tarde todos los días y salimos a recorrer la ciudad, como dos lobos solitarios. Hoy ha traído un quitasol de geisha aunque ni llovía ni hacia sol. Hemos entrado en un chino y ha robado unas cervezas. Luego nos hemos ido sin pagar de un restaurante árabe, y hemos salido corriendo los dos de la mano perdiéndonos entre las sombras. A media noche ha sacado un polvo blanco, ketamina, que decía que te hacía volar. A mí me ha dado un poco de miedo por mis ataques pero al final he accedido a probar. He sentido como mi cuerpo no pesaba nada, al andar parecía que flotara, que levitara. Parecía estar en un globo. Mi cuerpo se curvaba hacia los lados casi perdiendo el equilibrio. Mi mente estaba confundida. Ha sido una experiencia compleja. Un auténtico viaje hacia otro lugar. Hacia otra vida.

No consigo recobrar la serenidad ni concentrar mis fuerzas lo suficiente para mantenerme en pie. He sufrido otro ataque en el metro. He estallado entre la gente. ¿Por qué me tiene que suceder esto a mí? Como un relámpago me he mecido entre la masa, vomitándoles mis espumarajos en sus ropas almidonadas. Un día de estos amaneceré en una habitación acolchada, con una camisa de fuerza. Llevo en mis entrañas al demonio. Por eso las sacudidas. Los antiguos pensaban que los epilépticos estaban endemoniados. No iban muy desencaminados. Cuando tengo un ataque trato de correr hacia algún sitio. Trato de huir en el frío de la noche. Trato de desaparecer en la distancia. Recuerdo un sueño que tuve hace unos meses. Corría descalzo a través de un vertedero. Al fondo no había nada. De donde venía tampoco había nada. Y a la mitad lo único que había era oscuridad y silencio. Eso es para mi la vida, algo vacío y sucio sobre lo que pasas sin detenerte.

Ayer estuvimos en una rave en la sierra. Por fuera, parecía la carpa de un circo enorme y al entrar, por dentro, estaba decorada con dibujos psicodélicos: mariposas gigantes multicolores, arañas hechas de globos y saltamontes púrpuras fluorescentes. Cada diez minutos un humo blanco llenaba la estancia y de vez en cuando pompas de jabón excitaban los sentidos. Hemos tomado speed en grandes cantidades, algo de éxtasis y keta. En el furor de la noche me creía invencible y terriblemente seductor. Por un momento he pensado que era el mejor día de mi vida. Bailaba frenéticamente al ritmo de las cadencias sonoras. Hablando con todo el mundo, abrazando a todos, amando a todos. Por un momento me creía dios.


Sólo soy un maldito agente de seguros. El agente 011. Voy por ahí con una corbata y un traje caro, pero a quién quiero engañar. Parezco un diplomático y lo único que soy es un número. El agente 011. Para la corporación sólo importan los clientes. Es decir, el dinero. Este mes sólo llevo una póliza. Voy a tener serios problemas si no recobro el vuelo. Recobrar el vuelo, volar, como con la ketamina. Eso si que me llevaría lejos de este estercolero.


Hoy ha habido una chispa de esperanza al final del pasadizo: los besos de Vanesa. Son intensos y suaves. Lujuriosos y carnales. A veces quiero morir en su regazo. Deshacerme como un cubito de hielo. Concentro todo mi amor en ella. Es lo único real ahí fuera. Pero voy a tener que dejar de verla tanto si quiero hacer pólizas. No puedo pensar en separarme de ella sin que algo me traspase por dentro. Me estoy obsesionando con su cariño. Sólo tengo ojos para ella. Veo todo a través de sus ojos.

Sabía que Vanesa estaba loca. Pero no sabía que estaba oficialmente loca. Es psicótica y confunde la realidad. Por eso vive en otro mundo. Mejor. Ahora sé que siempre será diferente. Y que nunca se doblegará a ser uno más. Hoy me ha dicho que a veces piensa que soy una alucinación. Piensa que está sola totalmente ida hablando a la pared y que todo es producto de su imaginación. En esos momentos de duda, me pide que la abrace con fuerza para sentir mi cuerpo. Dios, nunca he querido a nada igual en mi vida. La abrazo como quien abraza todo lo que ama. Lo único que ama.

Vanesa está rara. Parece paranoica. Creo que está entrando en una crisis. Cuando habla se pone la mano en la boca como si pudieran leerle los labios. Está pasándolo mal. Quiero ayudarla pero no puedo. No sé que hacer. Si pudiera poner orden en sus pensamientos. La pobre está engordando por la medicación y está algo depresiva por la enfermedad. Se pasa todo el día tirada en la cama. Se levanta a eso de las cinco de la tarde y no habla. Su sonrisa se ha desdibujado, me da miedo cuando ríe.

30 de mayo de 2009 Madrid 4:00 PM Los padres de Vanesa están barajando llevársela, quitarla de mi lado e ingresarla en un psiquiátrico de Alicante una temporada. Yo no voy a poder levantar cabeza si la quitan de mi lado. Ella, por supuesto, no quiere entrar. No piensa que le pase nada raro. Lo que piensa es que todo el mundo está en su contra. Todos menos yo. Piensa que hay un complot contra su persona. Incluso cuando ve la televisión encuentra enemigos que la están espiando. Ayer me dijo que los vecinos tenían un sexto sentido y que leían su mente. Está confusa y nerviosa. Pero a veces tiene momentos de lucidez y dice verdades como puños.

Quiero morir. Ha pasado algo terrible. No puedo soportarlo. La noche me ha arrebatado lo que más quería. No existe mañana sin esperanza. No soy un hombre. Soy un muñeco de humo. Bajo estas ropas no hay carne ni hueso. Sólo hay humo. Ahora estoy sólo y no puedo contener las lágrimas. Vanesa ha muerto. ¿Alguien me espera en el cielo o en el infierno?

Hace días que vago solitario buscando una razón que me explique el porqué de este accidente inesperado. Busco, busco, busco. Vago por cualquier lugar que me dé una respuesta. Hablo con mendigos, putas, curas, locos y borrachos. Nadie sabe lo que sufro. Nadie sabe porqué sufro. Hace ya un mes que se tiró a las vías y aún no me he echo a la idea de que haya desaparecido. Siempre fue tan leve, tan etérea. Mi corazón está negro. Se ha muerto el mundo.

Los días se acumulan uno tras otro como la ropa sucia. Quiero salir a la calle y tocar su mano, pero la ilusión se desvanece nada más tocar el suelo. Siento que falta algo en mi vida. Camino cansado por las calles tristes. Cargado de melancolía. Soñando con el eterno mediodía. El cuchillo se presenta como una salida de mi mismo. Como una huida hacia un mundo ultraterreno. Pero me da miedo que mi vida se apague. Danzo cadáver en mitad de una pista de baile ensordecedora. Cuando pienso en todo lo que he sido, en todo lo que soy, y en todo lo que podría ser, me dan ganas de llorar. Quizás su rostro mañana inunde mi vida de luz, pero la desesperación de su ausencia hoy, me transporta a una nueva dimensión de los horrores. A veces me levanto a media noche y paso la mano por su espalda ausente y donde debería estar su calidez sólo noto un vacío, -la nada-. Bienvenido a las sombras. Diario de Iván. 1:00 AM. Sólo queda el silencio, o el suicidio, o la esperanza de encontrarte en otra vida. Coge un tren, coge un autobús, coge un metro. Aléjate de ti mismo. No existe el presente ni el mañana. Sólo queda el silencio y la Luna centelleante hundiéndose en la niebla.