Al tiempo, casi sin pensarlo, te das cuenta de que hay un
tipo de soledad que no puedes llenar. Es como llevar una tormenta en las
entrañas. Es una lucha contigo mismo. Un puente hacia ninguna parte.
He tratado de llenar como he podido ese pedazo de
insatisfacción, y luchado en la batalla, y he perdido la guerra. Es como una
espiral infinita o como una laguna casi seca. Esa soledad, que forma parte de ti, que no puedes sacar de
dentro, me ha acompañado en cada instante de mi vida.Yo soy uno de esos hombres grises que pelean por un poco de
felicidad. Soy uno de esos que llama a la vida existencia. Pero de esa lucha,
de cada día, he sacado algo que podríamos denominar positivo, una lección.
La lección en verdad es siempre la misma. Es como una herida
que se hace cada vez más grande. La vida conlleva, por tanto, dolor y sufrimiento. Conozco los caminos que conducen a los hombres a evitar el
dolor y el sufrimiento. A veces, hay que pellizcarse para saber si uno está viviendo
en una pesadilla. A veces, despiertas y realmente estás viviendo en una
pesadilla.
No alcanzo a comprender bien este vacío. Nadie alcanza a
comprender la naturaleza de este tipo de soledad. Así, aunque andamos rodeados
de seres humanos por todas partes vivimos en una especie de cárcel en nuestro
interior. Muchas veces he buscado la maldita llave y muchas veces he tropezado.
Muchas veces me hundo cuando me pregunto si es que no existe la llave. Y ya a
esta edad comprendo que será una tormenta que me acompañará siempre. Desde la
cuna hasta el ataúd.