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MARÍA ELOY-GARCÍA (MÁLAGA, ESPAÑA)




LA CAJERA MURIEL 

estoy pensando en la cajera sedente

ella es lo verdadero de la sincronía del mundo

con su rayo láser ávido de códigos

me murmura complacida las ofertas

y cómo suma los dígitos arrastrando

entre lo dócil y el hastío

el tesoro precioso de mi dulce integral

a través de la máquina que le computa

el precio exacto de toda mi tarde

dice tres

y nunca nunca fue este número más mágico

la cajera extraordinaria teclea el sumatorio

de la monotonía y dice tres

y mira entonces justo antes de que se produzca

el cotidiano milagro de que mi dulce integral

sea mío para siempre

de repente ella mira otra tarde

sale de lo mío a lo del otro

le susurra las mismas ofertas

le marca el tetrabrik con el ojo de su láser

abriendo en fin el cajón místico del hiper

con un movimiento suyo de mercado

los billetes ordenados repiten la cara de ella sin gestos

y me voy por esas puertas

que se abren sólo con el aura

dejándola mientras su láser que suena

va marcando otra tarde




ALTA METAFÍSICA DEL TRAPO

he visto entonces el signo

de toda la ropa tendida

su coyuntura modificada

una manga al borde oh pablo gargallo

como un marat sin espacio

inflado por el aire

un suéter opina que hacia allí

hacia nada la nada del suéter

camisas muestran su detrás y su debajo

honestamente advierten todo su poliéster

la vida es una sencillez de pinzas

un simple juego de poleas

por el que la funda destrozada

de un colchón se desliza/

la imposible cabeza bocabajo de una americana

no se relaciona

autonomía de unas bragas confirman

el pobre estado de su infeliz autoestima

hace un momento suicidio de pinzas

y calcetín izquierdo/

la muerte puede ser como la vecina

del primero que acumula calcetines


y el más allá cuando esos calcetines

se los ponen sus hijos

entonces la vida surge de una lavadora

motor primero y la arruga es la orogenia

y el móvil de la vida

la plancha es dios cuyo libro sagrado

es el de instrucciones

la iglesia es el detergente quitamanchas

y la mancha la llevamos todos – defecto de fábrica –

porque hay que vender detergentes

el paso del tiempo está programado

hasta la feliz y centrifugante catarsis

y por fin cualquier desdichado anorak

cualquier sábana desafortunada

se desprende de aquel hilo

se desentiende de aquellas frágiles poleas

y es claro que aquella vieja última

y también primera porque vive en el primero

espera en el ojo del patio que todo lo ve

para abrirnos las puertas de su casa infinita.