Y EL QUE ESTÉ FIRME QUE MIRE QUE NO CAIGA
Dónde andabas cuando caíste
y te refugiaste entre la maleza
como un animal acorralado.
A dónde conducían esos caminos.
A dónde, repito, a dónde.
Esos caminos que te alejaron de la luz
y te hicieron prisionero en la celda del horror y la locura
esos caminos que hicieron anidar el odio en tu corazón
esos caminos que tantos otros ya habían pisado.
Escrito está:
"a mitad del camino de la vida".
Todos conocemos esa historia
andaba perdido y me encontré
andaba perdido y te encontré
me refugié en el seno del amor
vi luz al final del túnel.
O mis pies y el polvo al borde de un volcán
un paso más y todo se habría vuelto ceniza
y luego renacer como el ave fénix
hacia el cielo, hacia el cielo.
Hacia dónde esos caminos,
hacia dónde esos senderos tortuosos.
Te regocijabas en tu pena y en tu dolor.
Sólo tenías el placer de destruir a un hombre.
Un hombre, que desnudo, eras tu mismo,
un hombre que frente al espejo
era de carne sin espíritu
y frente a la gente era de madera, de metal
de la madera con que se talla a los santos,
del metal con que se forjan las corazas.
Esos caminos conducían al infierno.
Y ahora que vives en el espíritu
que intentas vivir en el espíritu
ves a los hombres tropezarse
en los mismos caminos
y piensas hasta cuándo
y piensas cuántos más
y así el mundo gira
y el Sol se pone todos los días
sobre todos los seres de Dios
y pocos son los que no abandonan nunca el camino recto
"y el que esté firme que mire que no caiga".